Lunes 25 Septiembre
XXV del TO.
lº del salterio
Ag 1,15b-2,9/Sal
42 / Lc 9,18-22
Na Sra. de la
Fuencisla; Nicolás de
Flue; Marcos Criado;
Sergio de Radonez;
Bto. José Benito
Lucas 9,18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo: «El.Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
¿Quién es para nosotros Jesucristo?
El eco de aquella pregunta de Jesús a sus apóstoles resonará muchas veces en nuestras conciencias libres: «¿Quién soy yo para ti? ¿Cómo me ves? ¿Qué piensas de mí? ¿Cómo te relacionas conmigo?». No podemos dejar a un lado estas preguntas sino afrontarlas con sinceridad y ofrecer nuestra respuesta. ¿Qué contestaríamos cada uno de nosotros? Hay una respuesta que llena de alegría inmensa: «Señor, Tú eres mi salvador». ¡Cómo esponjan el alma estas palabras! Sí, Tú me ofreces en todos los momentos de mi vida la salvación, o lo que es lo mismo, el sentido de mis pasos, la alegría en mi corazón, la esperanza en tus promesas. Contigo me siento resucitado
«Señor, sálvame», dijo tu apóstol Pedro cuando se hundía en el lago de Tiberíades. Probablemente es la oración más breve del evangelio, pero también, la más hermosa. Puede salir de nuestros labios cuando nos veamos acechados por el peligro. Sentiremos, entonces, tus manos infinitas que nos devuelven la vida y a la vida.
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