miércoles, 27 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL 26/09/2017 DIA DE SAN COSME Y SAN DAMIÁN (LOS IBEYIS)



Martes 26 Septiembre
XXV del TO.
1º del salterio
Zac 2,5-9.14-15a/
Sal ler 31,10-13 /Lc
9,436-45





Stos. Cosme y
Damián, m.I.
Cipriano de
Antioquía; Teresa
Coudetc

PALABRA:
Lucas 9,43b-45
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían XXV del T.O. el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el
asunto.


¿Por qué tantos miedos?
Jesús, en su caminar, en la predicación de su reino, va levantando admiración, seguimiento y respeto, por una parte, y por otra, rechazo a lo que dice y hace. De nuevo, anuncia su pasión y muerte, pero «ellos no entendían este lenguaje». ¿Por qué? Sencillamente porque sus planes no coincidían con los planes de Dios. Habían planteado un seguimiento de Jesús basado en las ventajas humanas, en los poderes temporales. Las aspiraciones de los discípulos no coincidían con los proyectos de Jesús. Y eso es algo que nos ocurre a todos. En vez de acoger los caminos del Señor para recorrerlos con Él, anteponemos los nuestros para que Él los acepte, siendo, en muchas ocasiones, diametralmente opuestos a los suyos. Nos cuesta reconocerlo, pero los miedos de aquellos discípulos son también nuestros propios miedos.



Señor, ya sabemos tus caminos: pasión, muerte y resurrección. Ya conocemos los valores de tu reino: verdad, amor, justicia y libertad. Y hemos aprendido la lección de tu vida: entregarnos y realizar la voluntad del Padre, cada día, cada hora. ¿Por qué, entonces, Señor, tanto miedó y tanta angustia?





























































martes, 26 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL 25/09/2017




Lunes 25 Septiembre
XXV del TO.
lº del salterio
Ag 1,15b-2,9/Sal 
42 / Lc 9,18-22







Na Sra. de la 
Fuencisla; Nicolás de 
Flue; Marcos Criado;
Sergio de Radonez; 
Bto. José Benito

PALABRA:
Lucas 9,18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo: «El.Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».



¿Quién es para nosotros Jesucristo?
El eco de aquella pregunta de Jesús a sus apóstoles resonará muchas veces en nuestras conciencias libres: «¿Quién soy yo para ti? ¿Cómo me ves? ¿Qué piensas de mí? ¿Cómo te relacionas conmigo?». No podemos dejar a un lado estas preguntas sino afrontarlas con sinceridad y ofrecer nuestra respuesta. ¿Qué contestaríamos cada uno de nosotros? Hay una respuesta que llena de alegría inmensa: «Señor, Tú eres mi salvador». ¡Cómo esponjan el alma estas palabras! Sí, Tú me ofreces en todos los momentos de mi vida la salvación, o lo que es lo mismo, el sentido de mis pasos, la alegría en mi corazón, la esperanza en tus promesas. Contigo me siento resucitado


«Señor, sálvame», dijo tu apóstol Pedro cuando se hundía en el lago de Tiberíades. Probablemente es la oración más breve del evangelio, pero también, la más hermosa. Puede salir de nuestros labios cuando nos veamos acechados por el peligro. Sentiremos, entonces, tus manos infinitas que nos devuelven la vida y a la vida.




                 



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