Jueves 02 Noviembre
Oficio de difuntos
Jueves 4,7-15 /Sal 129
/ 1Tes 4,13-14.17b
18 / In 11,17-27
(otras lecturas en el
Leccionario VIII)
Día de Todos los
Fieles Difuntos
PALABRA:
Juan 11,17-27
En aquel tiempo, cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
La muerte, el paso a la Vida
La visita a los cementerios, con el recuerdo de los seres queridos, es un pequeño gesto de fe, de esperanza y de amor. «Aquello por lo que hemos amado a una persona no muere jamás», y ese amor se hace presencia junto a los cipreses, se convierte en plegaria junto a los nichos y tumbas. La muerte, desde la orilla de la fe, es pascua y encuentro; «paso» a la Vida, a la plenitud de nuestras vidas en la intimidad con Dios, en palabras de san Juan Pablo II, y «encuentro» de lo que tanto se buscaba. «Morir solo es morir; morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva; es cruzar una puerta a la deriva. Y encontrar lo que tanto se buscaba», proclamó en sus versos J. L. Martín Descalzo. Las palabras más hermosas que se han pronunciado sobre la faz de la tierra brotan cada día de los labios de Jesús de Nazaret: «Yo soy la resurrección y la vida».
Señor, Tú siempre estás con nosotros, incluso en las noches oscuras, en la última noche, en la última soledad, en la que nadie puede acompañarnos, en la noche de la muerte... Tú siempre sales a nuestro encuentro.