jueves, 2 de noviembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL 01/11/2017 DÍA DE TODOS LOS SANTOS





Miércoles 01 Noviembre
Oficio de la S.
Ap 7,2-4.9-14 / Sal 
23/ 1.1n 3,1-3/Mt 
5,1-12a






Todos los Santos, solemnidad 


PALABRA:
Apocalipsis 7,2-4.9-14 
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cua-tro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». Oí también el número de los marca-dos, ciento cuarenta y cuátro mil de todas las tribus de Israel. Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindie-ron homenaje a Dios, diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los si-glos de los siglos. Amén». Y uno de los ancianos me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?». Yo le respon-dí: «Señor mío, tú lo sabrás». Él me respondió. «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».




Salmo 23 
Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor. 





1 Juan 3,1-3 
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! 
El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, • porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. 



Mateo 5,1-12a 
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo». 


Onomástica de la felicidad 
Si tuviéramos que escoger un día para celebrar la felicidad, nos quedaríamos, sin dudar-lo, con el uno de noviembre, el Día de Todos los Santos. Hoy elevamos nuestra mirada a las altyras y contemplamos la meta de nuestro caminar, el final de nuestros pasos, la estación-término de nuestras vidas: la Iglesia de los bienaventurados. El amor, «que no pasa nunca», nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. Por esta profunda unidad nos sentimos hoy cerca, muy cerca de todos los santos que han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos. Los tesoros de su santidad son «bienes de familia» con los que podemos contar. La fórmula de la santidad es muy sencilla: «Ábrete a Dios, escucha su proyecto de vida sobre ti, realízalo con fidelidad y encanto cada. día». Y serás feliz. 







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