XXXII del T.O.
4° del salterio
Sab 2,23-3,9 / Sal
33 / Lc 17,7-10
S. León Magno,
m.o.
Nª Sra. de los
Remedios; Andrés
Avelino; Victoria;
Ninfa; Noé; Apiano
Lucas 17,7-10
En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer"».
El premio es la plenitud
Extraña un poco esta página del evangelio porque, a primera vista, parece un poco seca, tajante, sin apenas sustancia. Todo lo contrario. Nos recuerda la historia de la pequeña niña africana que llevó a la profesora una caracola preciosa, que fue a buscar hasta una playa lejana. «No debiste haber ido tan lejos para buscarme un regalo», le dijo la maestra. La niña tuvo a punto una respiiesta maravillosa: «Es que la caminata forma parte del regalo». Realizar nuestra tarea, vivir nuestra vocación, plasmar cada día los destellos de nuestra misión concreta, «hacer lo que debemos y estar en lo que hacemos», forma parte de la plenitud de nuestra vida. Justamente, por eso, nos sentimos alegres y felices.
Señor, qué hermoso es vivir nuestra propia vida, conforme al guión que nos has trazado. No es la caracola que te ofrecemos lo que cuenta, sino los latidos de nuestro corazón en cada obra bien hecha, en cada acción realizada.
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