domingo, 5 de noviembre de 2017

CULTÍIVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 04/11/2017



Sábado 04 Noviembre
XXXI del T.O.

3° del salterio Rom 13,8-10/Sal 
111 / Lc 14,25-33











San Carlos 
Borromeo, m.o. 
Vidal y Agrícola

PALABRA:

Lucas 14,25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar". ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

La entrega siempre es total
Cristo nos habla con absoluta claridad: la renuncia es necesaria para vivir la donación. El planteamiento es de amor, no de intereses. La donación ha de ser de nuestras vidas, de nuestro corazón. Y la entrega siempre es total. Quizás esta es una de las claves para explicar tantos fracasos. Queremos jugar la partida con cartas escondidas, queremos vivir interesadamente según nuestras convivencias. «Corazones partidos yo no los quiero; que si doy el mío lo doy entero». Cristo quiere que amemos para alcanzar la plenitud. Al fin, la verdadera alegría no se encuentra en la posesión de las cosas materiales sino en lo más profundo de la persona. Y es la persona lo que Cristo nos pide. Es decir, nuestro corazón.

Señor, el error es querer darte solo cosas, cuando Tú nos pides la vida y el corazón. Por eso, la entrega ha de ser total y la donación radical. El lenguaje del amor parte siempre de una generosidad total. Ojalá nosotros lo vivamos siempre así.









sábado, 4 de noviembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 03/11/2017 DÍA DE SAN MARTÍN DE PORRES


Viernes 03 Noviembre
XXXI del T.O.
30 del salterio
Rom 12,5-16a / Sal
130/ Lc 14,15:24








S. Martín de
Porres, m.l.
Malaquías; Siblt;
Bto. Manuel Lozano
«Lolo»; Btó. Ruperto
Mayer

PALABRA:
Lucas 14,15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado". Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor". Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor". Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir': El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos': El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio". Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa': Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete».



Dios nos invita siempre
Dios sale a nuestro encuentro y nos invita siempre: «Venid, todo está preparado...». A veces será a través de un- buen amigo, o a través de una persona desconocida, o de un paisaje luminoso, o de un acontecimiento extraordinario. Pero, acaso cuando menos lo esperamos, llegará Él y nos dirá: «Entra en mi banquete, siéntate en mi mesa, charlemos juntos, cuéntame tu vida y tus problemas...». Dios siempre libera, ilumina, levanta, alienta. Pero, en tantas ocasiones, no tenemos tiempo de escucharle; no encontrarnos un hueco para detenernos y hablar un rato con Él. Nadie queda excluido de las llamadas de Dios. Por eso, es tan importante saber escucharle y abrir nuestros oídos y nuestro corazón.



Señor, haz que siempre encuentre un hueco para detectar tu presencia, y un poco de tiempo para sentarme contigo, a tu lado, y escuchar tus palabras. ¡Tienes tantas cosas que decirme al oído y al corazón!



                 







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