lunes, 6 de noviembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 04/11/2017





Domingo o4 Noviembre
XXXI del T.O.
3° del salterio
Ram 14,7-12/Sal
26/Lc 15,1-10






Ángela de la Cruz; 
Zacarías e Isabel. 
Pedro el Venerable; 
Guido Mª Conforti; 
Bta. María Rafols

PALABRA:
Lucas 15,1-10
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "yelicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido". Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
«Comer con los Pecadores»
Hasta ahora, quizás, hemos rechazado, huido a otro lugar o abandonado a los que pensábamos que eran pecadores. ¿Cómo mezclarnos o tratar nosotros con los malos? Y así, surgían fronteras de alejamiento, de incomprensión, de rechazo a tanta gente, marcada por la sociedad o por nuestros juicios personales. Hoy vemos cómo los fariseos acusan a Jesús de «comer con los pecadores, de acogerlos, de tratar con ellos». Una de las características esenciales del cristianismo es el sentido fraternal de la historia: cada hombre, cada mujer, esté donde esté y sea cual sea su situación, es mi hermano, mi hermana. Lo que quiere decir que mis manos están abiertas para un abrazo de paz y de esperanza. No se trata solamente de sentirnos «ciudadanos del mundo», sino de .contemplar el mundo como «ciudadanos del cielo».








domingo, 5 de noviembre de 2017

CULTÍIVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 04/11/2017



Sábado 04 Noviembre
XXXI del T.O.

3° del salterio Rom 13,8-10/Sal 
111 / Lc 14,25-33











San Carlos 
Borromeo, m.o. 
Vidal y Agrícola

PALABRA:

Lucas 14,25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar". ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

La entrega siempre es total
Cristo nos habla con absoluta claridad: la renuncia es necesaria para vivir la donación. El planteamiento es de amor, no de intereses. La donación ha de ser de nuestras vidas, de nuestro corazón. Y la entrega siempre es total. Quizás esta es una de las claves para explicar tantos fracasos. Queremos jugar la partida con cartas escondidas, queremos vivir interesadamente según nuestras convivencias. «Corazones partidos yo no los quiero; que si doy el mío lo doy entero». Cristo quiere que amemos para alcanzar la plenitud. Al fin, la verdadera alegría no se encuentra en la posesión de las cosas materiales sino en lo más profundo de la persona. Y es la persona lo que Cristo nos pide. Es decir, nuestro corazón.

Señor, el error es querer darte solo cosas, cuando Tú nos pides la vida y el corazón. Por eso, la entrega ha de ser total y la donación radical. El lenguaje del amor parte siempre de una generosidad total. Ojalá nosotros lo vivamos siempre así.









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