domingo, 12 de noviembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 10/11/2017

Viernes 10 Noviembre
XXXII del T.O.
4° del salterio
Sab 2,23-3,9 / Sal
33 / Lc 17,7-10





S. León Magno,
m.o.
Nª Sra. de los
Remedios; Andrés
Avelino; Victoria;
Ninfa; Noé; Apiano

PALABRA
Lucas 17,7-10
En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer"».

El premio es la plenitud
Extraña un poco esta página del evangelio porque, a primera vista, parece un poco seca, tajante, sin apenas sustancia. Todo lo contrario. Nos recuerda la historia de la pequeña niña africana que llevó a la profesora una caracola preciosa, que fue a buscar hasta una playa lejana. «No debiste haber ido tan lejos para buscarme un regalo», le dijo la maestra. La niña tuvo a punto una respiiesta maravillosa: «Es que la caminata forma parte del regalo». Realizar nuestra tarea, vivir nuestra vocación, plasmar cada día los destellos de nuestra misión concreta, «hacer lo que debemos y estar en lo que hacemos», forma parte de la plenitud de nuestra vida. Justamente, por eso, nos sentimos alegres y felices.



Señor, qué hermoso es vivir nuestra propia vida, conforme al guión que nos has trazado. No es la caracola que te ofrecemos lo que cuenta, sino los latidos de nuestro corazón en cada obra bien hecha, en cada acción realizada.


                  





sábado, 11 de noviembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 11/11/2017


Viernes 11 Noviembre
XXXII del TO.
4° del salterio
Sab6,1-11/5a181/
Lc17,11-19






San Martín de 
Tours, m.o. 
Bartolomé el Joven; 
Teodoro Estudita

PALABRA:
Lucas 17,11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».


Nosotros, los leprosos
La escena nos invita a que también nosotros formemos parte de ella como leprosos. Nosotros, los leprosos de esta hora, con la piel del alma tantas veces cubierta de llagas. La lepra de la falsedad, del escándalo, del desamor. ¡Tantas lepras como cubren nuestra vida! Jesús se vuelca con los enfermos, centra su actividad en los pobres, en los necesitados, en la gente marginada. En el caso de la lepra, la bondad de Jesús se acentúa. Aquellos leprosos, rechazados por la sociedad, encuentran acogida en Jesús, y descubren en Él bondad, respeto, tolerancia y afecto. Pero el evangelio destaca en este pasaje, además de la curación de los leprosos, su ingratitud. Solo uno de ellos vuelve alabando a Dios, a grandes gritos. Acaso por egoísmo, por falta de reflexión, con frecuencia, no somos agradecidos, ni al Señor ni al prójimo. Agradecer es em prender caminos nuevos.





Señor, limpia nuestras lepras: la falta de amor, la ingratitud con nuestro prójimo, la falta de verdad y de entrega a nuestros ideales. Y haz que emprendamos la ruta del agradecimiento, es decir, de percibir siempre el bien que recibimos.





                   

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