Tiempo Ordinario/ 14° Salterio r Semana. TomoIII
Miércoles 04 Julio
Santos ISABEL DE PORTUGAL re, Valentín de
Berriochoa ob mr, Berta ab. Beato Pedro Jorge Frassati la
Papa Francisco: Una persona importante, ante la enfermedad de la hija no tuvo vergüenza de tirarse a los pies de Jesús e implorarle: Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre, ella, para que se cure y viva. Al ser padre no piensa: arriesga, se lanza y pide. Había personas que gritaban fuerte porque era su trabajo: trabajaban así, llorando en las casas de los difuntos. Pero su llanto no era el llanto de un padre. Esto hace pensar en la primera cosa que decimos a Dios en el Credo: "Creo en Dios Padre". Hace pensar en la paternidad de Dios. Dios es así con nosotros. Alguien podría observar: Pero Padre, Dios no llora. ¡Cómo no! Recordemos a Jesús cuando lloraba contemplando Jerusalén: Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas. Dios llora; Jesús lloró por nosotros. Y en ese llanto está la representación del llanto del Padre, que nos quiere a todos consigo en los momentos difíciles.
PALABRA:
Mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante
él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá». Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado».Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, tomó a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
ORACIÓN:
Oseas 2,16.17b-18.21-22; Salmo 144,2-9 • MATEO 9,18-26
SEÑOR, hoy escucho tu palabra de estímulo y esperanza: ¡Ánimo, hija, hijo! Tu fe te ha curado. Los que no conocen tu poder -y la fuerza de tu Misericordia-, se ríen de ti. Pero tú sabes bien lo que dices y lo que haces: tú eres la vida cuando se confía en ti, tú eres la salvación cuando se tiene fe en ti. Tu amor, tu poder y tu palabra me animan a seguir siempre a tu lado. (Sigue tu oración personal).
¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado.