Octava de Navidad
Jueves 27 Diciembre
Santos JUAN ap ev, Fabiola vd, Teodoro mj
Papa Francisco: El Sepulcro vacío, ese sepulcro nuevo situado en un jardín, donde José de Arimatea colocó devotamente el cuerpo de Jesús, es el lugar de donde salió el anuncio de la resurrección:"No tengáis miedo, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ha resucitado, com o había dicho". Este anuncio, confirmado por el testimonio de aquellos a quienes se apareció el Señor resucitado, es el corazón del mensaje cristiano, trasmitido fielmente de generación en generación. Todo bautizado en Cristo ha resucitado espiritualmente en este sepulcro, porque todos en el Bautismo hemos sido realmente incorporados al Primogénito de toda la creación, sepultados con Él, para resucitar con Él y poder caminar en una vida nueva. Detengámonos con devoto recogimiento ante el sepulcro vacío, para redescubrir la grandeza de nuestra vocación cristiana: somos hombres y mujeres de resurrección, no de muerte. Aprendamos, en este lugar, a vivir nuestra vida, los afanes de la Iglesia y del mundo entero a la luz de la mañana de Pascua.
PALABRA:
El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería
Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
ORACIÓN:
1Juan 1,1-4; Salmo 96,1-2.5-6.11-12 • JUAN 20,2-8
JESÚS, Juan, tu discípulo predilecto, te siguió desde joven, te acompañó en la pasión y en el Calvario, recibió el gran regalo que nos hiciste desde la Cruz: tu Madre, como madre suya y de todos los cristianos. Aunque yo no sea tu discípulo predilecto, sé que cuento con tu amor, y quiero ser discípulo fiel; propongo seguirte cada día con mi cruz; acojo a la Madre en mi casa, que es mi vida. Al nacer de ella, acampaste entre nosotros, y ella también está en nuestra tienda. (Sigue tu oración personal).