viernes, 15 de marzo de 2019

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 16/02/2019





VI del TO
2° del salterio

Gén 4,1-15.25 /Sal 
49/ Mc8,11-13
Sábado 16 Febrero







Camila de San José 
Rolón; Bto. José 
Allamano



PALABRA:
Marcos 8,11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.




No caminar con dobles intenciones
Hay dos actitudes para caminar por la vida: una es la confianza, aprender de todo y de todos, escoger lo mejor de cada paisaje e incorporarlo a nuestra vida; otra, en cambio, es la desconfianza, pedir siempre pruebas fehacientes, sin fiarse de nadie. Como la de aquel grupo de fariseos, observantes ellos, que no se fían de Jesús, y acuden a él no para aprender sino para ponerlo a prueba. Le piden a Jesús «un signo del cielo», una visión extraordinaria, un milagro. Pero Jesús no les da esa oportunidad: ve cómo el fondo de su corazón no es un fondo limpio. Y por eso nos habla de «esta generación», la generación de los que caminan por la vida con dobles intenciones, colocando trampas para descolocar al prójimo. Jesús se embarca de nuevo y se va a la otra orilla. Hay que jugar limpio, hay que relacionarse sin ese doble sentido de las «dobles intenciones». Aquellos fariseos no buscan a Jesús, buscan espectáculo. No abren su corazón para la acogida sino para el rechazo.



«Si no eres dulce y humilde, no has aprendido nada de Jesús. Y es la única cosa que él quiere que aprendas», dice una máxima cristiana. Señor, haz que nuestro corazón se abra a Ti en abanico de confianzas infinitas.











sábado, 16 de febrero de 2019

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES DÍA 15/02/2019





2° del salterio 
Lev 13,1-2.44-46 
/Sal 31 / 1Cor 
10,31-11,1 / Mc 
1,40-45
Viernes 15 Febrero





Claudio de la
Colombiére;
Faustino y Joyita; 
Bto. Vicente Vilar 
David

PALABRA:
levítico 13,1-2.44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!". Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».




Salmo 31
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.



1Corintios 10,31-11,1
Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés». Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Nosotros, los leprosos
De alguna forma, todos somos leprosos, todos tenemos manchas en la piel del alma. Contemplemos primero al leproso: se acerca a Jesús, estando prohibido, lo que nos revela a un hombre audaz; suplica de rodillas y reconoce en Jesús su poder divino, haciendo un profundo acto de fe. Contemplemos a Jesucristo: se conmueve, siente lástima; extiende la mano y lo toca; lo cura: «queda limpio». Contemplémonos a cada uno de nosotros, participando en la escena: como el leproso, acerquémonos siempre a Jesús, con fe ardiente, escuchando sus palabras; como Jesús, conmovámonos ante las miserias humanas; como cristianos, sintámonos curados, perdonados, amados. Jesús no quiere fama, ni que lo tomaran por rey, y por eso prohíbe al leproso que divulgue el prodigio.

Señor, cura nuestras lepras ocultas, nuestras manchas del alma: el egoísmo, la vanidad, el deseo de parecer siempre superiores a los demás, las faltas de respeto y valoración de tanta gente como cruza a nuestro lado. Y haz que nos acerquemos a Ti, con la humildad del leproso, con su ardiente fe.


         













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