Conrado Confalonieri; Lucía Yi Zhenmei; Bto. Álvaro de Córdoba; Bto. Jozef Zaplata
PALABRA: Lucas 9,22-25 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?».
Jesús entrega su vida para salvarnos «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho», anuncia Jesús a sus discípulos. La frase tendríamos que traducirla por esta otra: el Hijo del hombre entrega su vida por la salvación de los demás. Así la entendemos mejor. A continuación, Jesús catequiza a sus discípulos con puntos que son claves en la vida cristiana: primero, hemos de negarnos a nosotros mismos, colocando en el centro de nuestra vida el proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros; segundo, hemos de cargar con la cruz propia y seguir a Jesús, realizando la misión que se nos ha encomendado; tercero, hemos de saber que la posesión de todo el mundo no sirve de nada, si perdemos el alma, si frustramos nuestra vida. La pasión desembocará en la resurrección, y la cruz nos abrirá a la Luz.
Señor, haz que descubramos el hondo significado de cargar con mi cruz, es decir, de aceptar tu voluntad, tu proyecto de vida que he de realizar con fidelidad, entregándola a tu voluntad y al servicio de mis hermanos. La vida nos ha sido dada y solo se merece dándola.
T. II. 4º del salterio Jl 2,12-18 / Sal 50/ 2Cor 5,20-6,2 / Mt 6,1-6.16-18 Sábado 18 Febrero
Bernardita Soubirous; Flaviano; Bto. Angélico; Bto. Jerzy Kaszyra
PALABRA: Mateo 6,1-6. 6- 8 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente qu ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cu ndo ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Tiempo de conversión Hoy comenzamos nuestro itinerario hacia la Pascua, colocando sobre nuestras cabezas un poco de ceniza: «Convertíos y creed en el evangelio». La Cuaresma no es meta, es camino que nos lleva a la resurrección. Tiempo de silencio interior, de examen de conciencia, para detectar nuestras sombras e iluminarlas con el perdón, con la misericordia, con la confesión, con la conversión a Dios. Tiempo de oración, de trato con el Señor. Tiempo de ayuno, de eliminar aquellos obstáculos que nos impiden ser mejores, de saber elegir lo importante, antes que lo urgente. Tiempo de limosna, de saber compartir cualidades, bienes, tiempo, vida. La auténtica caridad no se limita a «dar» limosna, sino que nos exige «darnos» a nosotros mismos.