domingo, 21 de agosto de 2016

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 21/08/2016





Tiempo Ordinario/21°Salterio 1° Semana. Tomo IV
Domingo 21 Agosto





Santos PÍO X pp, Ciriaca vd, José Dang Dinh pb mr.

Beatos Victoria Rasoamanarivo es, Ramón Peiró pb mr


Papa Francisco: El evangelio de hoy nos invita a reflexionar acerca del tema de la salvación. Alguien se le acerca a Jesús y le pregunta: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» (13,23). Jesús no responde directamente a la pregunta: no es importante saber cuántos se salvan, sino más bien saber cuál es el camino de la salvación. Jesús responde diciendo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (v. 24). ¿Qué quiere decir Jesús? Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo (cf.Jn 10,9). Él es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en sí misma y no tiene futuro. Quisiera decir con fuerza: No tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones, de nuestras indiferencias hacia los demás. Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él.




PALABRA:
Isaías 66,18-21: Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia; a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria y anunciarán mi gloria a las naciones Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi Monte Santo de Jerusalén —dice el Señor—, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas —dice el Señor».






Salmo 116,1-2: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.







Hebreos 12,5-7.11-13: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿que padre no corrige a sus hijos? Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.




LUCAS 13,22-30: Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?». Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:"Señor, ábrenos", y él os replicará: "No sé quiénes sois". Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas". Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados". Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera.Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».

ORACIÓN:
SEÑOR, toda mi esperanza está en ti, y tú no defraudas a quienes confían en tu Misericordia. Por eso, ante la crudeza de tu amenaza, tengo el consuelo de tu misericordia.  Pero yo sé que no puedo jugar con el vaso de barro de mi débil fe cristiana, llamada a fructificar en obras de amor y en esfuerzo por entrar por la puerta estrecha. Mi salvación está en tus manos. ¡Dios mío, confío en ti, pero aumenta mi fe! (Sigue tu oración personal).




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