martes, 5 de diciembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 04/12/2017 DÍA DE SANTA BÁRBARA DÍA DE LOS HIJOS DE SHANGÓ




Lunes 04 Diciembre

I de Adviento 
1° del salterio 
Is 29,17-24/ Sal 26
/ Mt 9,27-31






S. Juan 
Damasceno, m.l. 
Bárbara; Juan

Calabria; Anón; 
Marutas; Bto. 
Francisco Gálvez


PALABRA:
Mateo 9,27-31
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús gritando: «Ten compasión de nosotros, Hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado, con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.



Nuestras cegueras
¡Cuántas cegueras en esta hora de la historia! El primer problema y acaso el más grave es que no nos demos cuenta de que estamos ciegos, de que no vemos lo importante, de que caminamos al borde del precipicio. Por eso, lo primero de todo es conocer bien esas cegueras: primera, no percibimos con claridad nuestras verdaderas señas de identidad: «somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos» (filiación divina); segunda, todos somos hermanos (sentido fraternal de la historia); tercera, todos somos débiles, limitados (fragilidad humana); cuarta, nos equivocamos con frecuencia (el error nos acecha siempre); quinta, lo sabemos todo y no admitimos consejos y orientaciones (necesidad de acompañamiento). Cristo nos cura las cegueras, las de dentro y las de fuera. Solo hace falta que pongamos en nuestros labios una sencilla plegaria: «Ten compasión de nosotros, Hijo de David». Y al instante, se hará la luz.

Señor, necesitamos tu luz y tu palabra para salir de nuestras cegueras que nos hacen tropezar una y mil veces en las mismas piedras. Ten compasión de mí, Señor, de todos nosotros, en esta hora difícil de la historia.





















lunes, 4 de diciembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 03/12/2017



Domingo 03 Diciembre
I de Adviento
lº del salterio
1s 26,1-6 / Sa1 117 /
Mt 7,21. 24-27





S. Francisco
Javier, m.o.
Galgano; Sofonías;
Claudio; Jasón;
Magina

PALABRA:
Mateo 7,21.24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice: "¡Señor, Señor!" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente».

La clave es escuchar y actuar
Hoy se recorta en el horizonte la silueta de san Francisco Javier, el gran misionero de la historia que comienza modelando su alma con aquel interrogante de san Ignacio de Loyola, «¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?», para lanzarla después y despeñarla en el océano infinito de Dios, predicando su evangelio en tierras de misión. Aquel «divino impaciente» del que nos hablara la obra teatral, abrió su vida a la pregunta decisiva: «¿vale la pena vivir a lo que salga, a lo que nos guste, prendidos de nuestros caprichos, o acaso no será mejor edificar sobre roca, escoger la ruta que Dios nos traza para realizar nuestra vida?». Francisco Javier pasó de la reflexión a las obras: escuchó primero; reflexionó después; e inmediatamente se puso a caminar, a actuar con entrega generosa. El mundo necesita santos, o lo que es lo mismo, testigos clarividentes y luminosos que nos señalen, con su buen hacer, nuestra verdadera hoja de ruta.


Señor, queremos ser santos, queremos realizar nuestra vida conforme al guión que Tú nos trazas, queremos ser felices, recorriendo el camino de tu voluntad sobre cada uno de nosotros. .










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