lunes, 29 de junio de 2015

TERCER PASO PARA MEJORAR TU ESTADO ESPIRITUAL Y ANÍMICO

La telequinesia


Se cuenta que los egipcios desplazaron los enormes bloques de piedra de las pirámides transportándolos por el aire, sin esfuerzo, gracias a una misteriosa energía creada por el sonido. De manera menos brillante, algunos adeptos --del yoga consiguen, por medio de concentración, vencer la gravedad y elevar su propio cuerpo unos centímetros. A la facultad de desplazar los objetos con la utilización exclusiva del espíritu, se le llama, en lenguaje técnico, telequinesia, o movimiento a distancia. Los primeros pasos hacia esta técnica más bien absorbente presuponen un excelente nivel de desarrollo de la volición, la única facultad capaz de vencer las leyes de la gravedad y la inercia.

Coja un objeto ligero, un trocito de corcho por ejemplo, y póngalo en una superficie llana. Sentado confortablemente, ponga sus manos abiertas encima del objeto, muy cerca pero sin tocarlo, y concéntrese profundamente en la yema de sus dedos. Cuando sienta un hormigueo, una especie de picorcillo que, partiendo de los dedos, se irá extendiendo a las manos hasta los codos, intente visualizar unos finísimos hilos rígidos, como cabellos, que unen sus dedos y el objeto que debe desplazar. Mueva entonces lentamente sus manos manteniendo una concentración constante en sus dedos, los hilos y el objeto. Este último podrá empezar a moverse suavemente, aunque no haya actuado más que su pensamiento.
Para realizar otro ejercicio, quizá más sencillo, coja un recipiente (taza, plato) y llénelo de agua. Coloque en el centro del recipiente, en la superficie del agua, un pequeño objeto flotante (un palillo partido por la mitad, por ejemplo). Concéntrese en moverlo, procurando no empezar su ejercicio más que cuando el objeto esté inmóvil, y tratando de evitar que su respiración influya en el movimiento.
La relajación
La relajación es un ejercicio del que se habla a menudo, pero que resulta extremadamente difícil de conseguir en su totalidad. En efecto, implica la total eliminación de toda contracción muscular, de toda tensión del cuerpo y del espíritu, objetivo prácticamente imposible de alcanzar para un occidental. Por la mañana, al despertarse, cuando el sueño ha adormecido el nerviosismo de la víspera o los dolorcillos fastidiosos fruto de una vida demasiado sedentaria, es el momento ideal para ejercitarse.
Túmbese de espaldas en una superficie rígida pero confortable, con la palma de las manos hacia arriba. No debe tener ni demasiado calor ni demasiado frío; tampoco debe, al menos al principio, estar apremiado por necesidades fisiológicas o sufrir algún tipo de patología dolorosa. Intente imaginarse, desde la punta de los pies hasta la cabeza, cada nervio y cada músculo. Contraiga con fuerza, empezando por el pie izquierdo y subiendo poco a poco, cada músculo de su cuerpo y después, relájese. Su tensión, su negatividad, se descargan como la electricidad en el suelo. Se siente usted bien; sus pensamientos desfilan lentamente sin que intente retenerlos. Está tranquilo, sereno, y su cuerpo se hace pesado, como si se hundiera. Déjese llevar... Acabe el ejercicio moviéndose suavemente y estirándose como un gato, lo más posible. Levántese y comience su jornada como de costumbre; a lo largo del día, irá sintiendo una sorprendente sensación de calma y buen humor que le permitirá eliminar el cansancio y las pequeñas contrariedades.


La proyección de la voluntad
En una época en que la sociedad de consumo nos seduce con miles de atractivos escaparates, miles de objetos y productos alimenticios deseables, se hace cada vez más difícil experimentar un verdadero deseo que no haya sido suscitado. Para volver a aprender a desear, ante todo hay que saber intercalar un lapso de tiempo razonable entre el momento en que vemos el objeto y el momento en que lo poseemos. En otras palabras, hay que saber esperar. La espera elimina el capricho momentáneo, pero agudiza el deseo verdadero y profundo, transformándolo poco a poco en determinación. Para acceder a la parte activa, mágica de lo Oculto, deberá sobre, todo aprender a decir «quiero». Deberá decirlo con la voz, el espíritu, el corazón y cada fibra de su ser, para que ese «quiero» se transforme en un «puedo».
Ahora bien, el factor Oh, receptivo, de los arcanos, necesita toda la voluntad que le ofrezca para que usted pueda permanecer firme y sólido interiormente frente a toda manifestación, visión o revelación, capaz de impresionarle profundamente. La volición es un arma poderosa que usted deberá usar razonablemente. Conforme vaya creciendo su fuerza, usted podrá utilizarla para armonizar su existencia, atraerse el éxito v el amor, e intentar alejar de su microcosmos toda calamidad, guerra o injusticia. Sin embargo, ello no le dará derecho a aprovechar este eficaz sistema oculto con el fin de matar a su vecino del quinto, tan desagradable, o de arruinar al agente cumplidor que le puso una multa por saltarse un semáforo en rojo.
Proyecte su determinación sobre los pequeños obstáculos que siembran la vida cotidiana: el examen de mañana, la jaqueca que la atenaza, el adversario al que no consigue vencer jamás en el gimnasio. Protéjase y proteja a los suyos con un invisible escudo de amor, cuando se halle en carretera, de viaje, y en todos los momentos difíciles de la existencia.
Intente influir sobre las condiciones atmosféricas, el mal humor de su marido, la agitación desatada de sus hijos. Ordene mentalmente a la persona que vaya sentada ante usted en el autobús, fijando la vista en su nuca, a que se dé la vuelta o se rasque la cabeza, pero no haga de este ejercicio otra cosa que no sea un juego inofensivo. Y esto tiene que quedar muy claro: nadie deberá jamás ser víctima de sus intentos de proyección mental. El magnífico «quiero» no deberá nunca, y digo bien nunca, convertirse en esa frase pesada y negativa «harás lo que yo quiera, aunque no lo quieras».


El fortalecimiento de sí mismo 
Cualquiera que a lo largo de su existencia haya sido víctima de problemas, enfermedades o sufrimientos, cualquiera que haya perdido a un ser querido, conoce seguramente la otra cara del dolor. Contra toda lógica, el Yo suele salir fortalecido de esta penosa experiencia, casi insoportable. Todo el mundo sabe que las personas más razonables, más robustas interiormente y, por lo tanto, más adaptadas a la iniciación esotérica, son las que más han sufrido.
Pero si usted aspirara a la filosofía oculta y hubiera tenido la suerte de no haber sufrido nunca el dolor, deberá usted fortalecer su alma de otra manera. Los ascetas y los santos del desierto sabían con certeza que la renuncia voluntaria a las tentaciones engaña íntimamente al individuo. El yoga enseña a adquirir la firmeza interior, a controlar nuestras propias emociones, actos, pensamientos, palabras e incluso las funciones físicas y fisiológicas de órganos normalmente independientes de la voluntad. Todo esto puede resumirse para el pensamiento occidental en una sola palabra: moderación. Realmente no es tarea fácil aprender a dominar sentimientos y deseos en un mundo que nos agrede continuamente con sus eslógans, su publicidad y sus ruidos. Paradójicamente, el monje solitario reconfortado por su único abrigo y un solo tazón de arroz que buscara el control de sí mismo en la cima de una montaña sufriría menos que el audaz pionero de la autodisciplina y de la renuncia, inmerso en el caos occidental, y sometido al apremio incesante de la publicidad.
Renuncie a los dulces, al regalo que se iba usted a hacer, a la cólera que iba a dejar estallar, o a la interjección que emplea usted sin razón y constantemente mientras habla. Impóngase la obligación de levantarse a las 7, incluso los domingos; inscríbase (en cuanto se sienta con fuerzas) en un gimnasio donde se practique el yoga o las artes marciales. La lucha disciplinada contra un adversario, por muy invencible que parezca, es ante todo una lucha consigo mismo, que le ayudará a estar atento, vigilante, a ser rápido y preciso. O bien, si la violencia aun siendo puramente deportiva le horroriza, póngase un chandal y... corra. Corra hasta que no pueda más, y cuando sienta que realmente ha llegado al límite de sus fuerzas, esfuércese todavía unos instantes más antes de detenerse.
En el Extremo Oriente existe una norma que no calificaremos como estrictamente masoquista «hacer igualmente lo que le guste menos». Siempre se nos dan mejor las cosas más atractivas, es indudable; pero son las cosas menos apreciadas las que exigen un mayor esfuerzo, las que fortalecen el espíritu. Intente hacer aquello que más teme o que menos le gusta. Si le horrorizan les hospitales, vaya a visitar a su abuela enferma, y si odia dar cera al parqué, le encantará sacar brillo al entarimado esta misma tarde. Si le asusta la oscuridad, deberá afrontarla y pasar diez interminables minutos en la más completa penumbra. A menudo ocurre que el «monstruo» aborrecido y derrotado se convierte luego en amigo símpático e inofensivo. Y es posible que precisamente aquel que dejaba siempre la luz encendida, se comporte poco a poco como un apacible adicto a la oscuridad y prefiera las primeras horas de la noche para dar sus paseos solitarios.
Hoy en día se oye hablar hasta la saciedad de body building, de culturismo, tanto que ya nadie se extraña de la existencia de una técnica cuyo objetivo principal es el de «moldear» una sólida musculatura. El fortalecimiento del sí equivale, en términos actuales, al culturismo del espíritu; sustituye la grasa de la pereza, el miedo o las malas costumbres, por el poderoso músculo de la fuerza interior, capaz de conferir a lo imposible los colores de la virtualidad.

Por dónde se empieza                         
Ya nos encontramos a la entrada de la gruta misteriosa; no se enfaden... les voy a pedir que vuelvan atrás. Quizá no les gusten las introducciones, la prisa por empezar le impulsa a saltar lo que no parecen sino palabras huecas. Pero si no ha soportado este preámbulo, si se ha dado cuenta de que lo Oculto no era lo que usted pensaba, entonces eso significa que no está usted hecho para lo Oculto y viceversa. Cambie de tema: eso le ahorrará tiempo, emociones e ilusiones. He intentado que gran parte de las teorías y los problemas planteados por el ocultismo, que han hecho correr ríos de tinta, aparezcan en estas páginas de modo esquemático y sirvan de punto de partida para la reflexión. Este método me lo sugirió la certeza de que el ocultismo difiere en función de cada adepto y debe ser fruto de un trabajo personal. La pregunta universal « ¿quién somos, de dónde venimos, a dónde vamos?», exige respuestas individuales, específicas para cada uno, según sus vivencias y sus objetivos personales.
Analice los motivos por los que su vida, su régimen, se han acercado a los arcanos y piense sobre lo que debe cambiar y sobre lo que se siente dispuesto a cambiar. Los ejercicios preparatorios, base de toda práctica oculta, serán su primera etapa; deberá ser capaz de llevarlos a cabo correctamente antes de tener acceso, con resultados realmente satisfactorios, a cualquier rama de los arcanos. Quizá le suponga un mes de práctica cotidiana, durante el cual le estará prohibido ceder al desaliento. Si consigue soportar y superar en la teoría pero sobre todo en la práctica, la pequeña iniciación descrita en la introducción, descubrirá que la segunda parte de este libro está compuesta como el patchwork, con una multitud de piezas distintas cosidas juntas. Son las distintas ramas del ocultismo cuyos orígenes y premisas son comunes, pero que se distinguen unas de otras en cuanto a la práctica.
Esta exposición, esta feria del misterio, le permitirá elegir el elemento que más le atraiga o que más necesite; será sin duda el que mejor se adapte a usted en esa etapa de su evolución, y le resulte por lo tanto más accesible. Después podrá usted descubrir nuevas prácticas y, si es usted un «fanático» de los arcanos, llegará a manejar la práctica totalidad de las técnicas propuestas. Sólo depende de usted, de su compromiso y de su verdadero interés. Desgra ciadamente, también puede ocurrir que todo quede reducido, para algunos, a un agradable juego de salón; pero la naturaleza nos enseña que de cada semilla nace una planta... La gruta es inmensa, hace falta tener ganas de explorarla y haber entrado correctamente, armado con los instrumentos necesarios. Sin esta base indispensable, usted sería como un cirujano loco que, desprovisto de la más mínima noción de anatomía, se armase de bisturís y decidiera hurgar en las entrañas de un desgraciado buscando su apéndice inflamado.
Cuando haya asimilado esta base, todo le parecerá más sencillo y más lógico. Se ha insistido tanto en el lado irracional, instintivo, e incluso liberador del ocultismo, que se ha terminado por perder totalmente de vista el rigor y el método esenciales que hicieron de éste, durante miles de años, una severísima escuela iniciática.
El tiempo y la paciencia confirmarán la medida de su interés por los arcanos. Espere, antes de empezar, a que el sol se haya adentrado en los signos de Escorpión, Capricornio, Acuario o Piscis, y que la luna sea decreciente, entre la luna llena y la nueva. Los campesinos saben bien que es el momento propicio para plantar patatas, zanahorias y todas las raíces que se desarrollan bajo tierra. El ocultismo es también subterráneo, ya que sondea el universo hasta sus mismas fuentes.
No le voy a dar para ayudarle en este momento de espera de la autoiniciación, ni compañero, ni norma, ní obligación; únicamente esa máxima de los alquimistas que resume e indica perfectamente la vía del ocultismo: «lege, lege, relege, ora, labora et invenies» («lee, lee, relee, reza, trabaja y encontrarás»).
          

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