miércoles, 25 de octubre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 24/10/2017





Martes 24 Octubre
XXIX del TO
lº del salterio
Rom 8,1-11 /50123
/ Lc 13,1-9






s. Antonio Ma
Claret, m.l.
Luciano y Marciano;
Duna; Luis Guanella


PALABRA:
Lucas 13,1-9 
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buScar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?". Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas"». 

Hay que cambiar el corazón 
He aquí una página dura, difícil, pero inportantísima en sus lecciones y mensajes. Sabemos que en tiempos de Jesús, Galilea fue patria de numerosos disidentes antirromanos. Y se nos dice que un grupo de galileos fue asesinado, con especial crueldad, por legionarios romanos en el templo. El crimen fue una auténtica provocación. Jesús, en sus palabras, quiere llegar al fondo del problema, convencido de que los conflictos políticos no se resuelven cambiando solamente a los gobernantes. Hay que cambiar el corazón, curar a fondo las heridas. La vertiente política queda iluminada por el mensaje religioso. La parábola final de la higuera nos habla de la ternura de Dios, de su paciencia infinita con nosotros. 

«Todos los creyentes en Cristo —nos dijo Juan Pablo II en la Redemptoris missio— deben sentir como parte integrante de su fe la solicitud apostólica de transmitir a otros su alegría y su luz», para transformar así sus corazones.  










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