miércoles, 4 de noviembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MARTES 03/11/2015


Martes 3
S. Martín de
Porres, m.l
Malaquías; Silvia;
Bto. Manuel Lozano
«Lolo»; Bto. Ruperto
Mayer





XXXI del T.O.
3° del salterio
Rom 12,5-16a / Sal
130 / Lc 14,15-24


                                        Lucas 14,15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado". Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor". Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor". Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir". El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de la casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos". El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio". Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa". Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete».


Dios nos invita siempre
Dios sale a nuestro encuentro y nos invita siempre: «Venid, todo está preparado...». A veces será a través de un buen amigo, o a través de una persona desconocida, o de un paisaje luminoso, o de un acontecimiento extraordinario. Pero, acaso cuando menos lo esperamos, llegará Él y nos dirá: «Entra en mi banquete, siéntate en mi mesa, charlemos juntos, cuéntame tu vida y tus problemas...». Dios siempre libera, ilumina, levanta, alienta. Pero, en tantas ocasiones, no tenemos tiempo de escucharle; no encontramos un hueco para detenernos y hablar un rato con Él. Nadie queda excluido de las llamadas de Dios. Por eso, es tan importante saber escucharle y abrir nuestros oídos y nuestro corazón.


Señor, haz que siempre encuentre un hueco para detectar tu presencia, y un poco de tiempo para sentarme contigo, a tu lado, y escuchar tus palabras. ¡Tienes tantas cosas que decirme al oído y al corazón!




            

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