martes, 17 de noviembre de 2015

PALABRA Y VIDA: LECTURA DEL MARTES 17/11/2015




Martes 17
Sta. Isabel de
Hungría, m.o. 
Acisclo y Victoria; 
Alfonso Rodríguez; 
Dionisio; Gregorio
de Tours; Hugo



XXXIII del T.O.
lº del salterio
2Mac 6,18-31 /Sal
3 /Lc 19,1-10



                              Lucas 19,1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».


El ejemplo de Zaqueo
Zaqueo es uno de los personajes más simpáticos del evangelio. ¡Cuántas enseñanzas ofrece a los buscadores de Dios, a los que desean encontrarse con Dios, ver a Jesús, hablar con Él! Primera, había oído hablar de la atracción que Jesús ejercía sobre los pecadores y los recaudadores de impuestos, que eran los grupos más despreciados social y religiosamente y, de ahí, surge en su corazón una gran confianza hacia Jesús; segunda, echa a volar la imaginación, hasta que descubre el sicómoro, para subirse a lo alto y verle pasar; tercera, se encuentra con el premio gordo de la comunicación, cuando Cristo le dice que quiere hospedarse en su casa; cuarta, su reacción es impresionante: va a compartir lo que tiene, en una entrega colmada y generosa. Zaqueo busca al Señor con los medios más inverosímiles, lo encuentra, lo acoge y queda transformado con sus palabras y su presencia.


Señor, cuántas veces medimos nuestra religiosidad por nuestras palabras, mientras nuestros hechos demuestran lo contrario. Zaqueo nos enseña a hablar con hechos, a compartir sin miedos, a entregarnos generosamente a los hermanos.







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