Miércoles 4
San Carlos
Borromeo mo
Vidal y Agrícola
La XXXI
Tercero Salterio
Rom 13,8-10 / P
111 / Lc 14,25 33
Lucas 14,25-33
En ese momento, muchas personas acompañaron a Jesús se volvió y les dijo: "Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre ya su madre, su esposa y sus hijos, y hermanos y hermanas, y aun a sí mismo en puede ser mi discípulo. El que no lleva su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo. Así que, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene para acabarla? No Así que si pone los cimientos y no puede terminar, se burló de Él está buscando diciendo: "Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar." ¿O qué rey, si va a dar batalla a otro rey, no se sienta primero y deliberada si con diez mil hombres abandonan el paso que lo ataca con veinte mil?. Y si no, cuando cuando el otro está todavía lejos, envía legados pedir la paz. Lo mismo, no renuncia a todos sus bienes, no puede ser Mi discípulo "
La entrega siempre es total
Cristo nos habla con absoluta claridad: la renuncia es necesaria-para vivir la donación. El planteamiento es de amor, no de intereses. La donación ha de ser de nuestras vidas, de nuestro corazón. Y la entrega siempre es total. Quizás esta es una de las claves para explicar tantos fracasos. Queremos jugar la partida con cartas escondidas, queremos vivir interesadamente según nuestras convivencias. «Corazones partidos yo no los quiero; que si doy el mío lo doy entero». Cristo quiere que amemos para alcanzar la plenitud. Al fin, la verdadera alegría no se encuentra en la posesión de las cosas materiales sino en lo más profundo de la persona. Y es la persona lo que Cristo nos pide. Es decir, nuestro corazón.
Señor, el error es querer darte solo cosas, cuando Tú nos pides la vida y el corazón. Por eso, la entrega ha de ser total y la donación radical. El lenguaje del amor parte siempre de una generosidad total. Ojalá nosotros lo vivamos siempre así.
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