Iº de Cuaresma
lª del salterio
Ez 18,21-28/Sal
129/Mt 5,20-26
Lunes 27 Febrero
Gabriel de la
Dolorosa; Juan de
Gorze; Bta. Francisca
Ana de los Dolores
de María; Bta.
Caridad; Bto. José
Tous Soler
PALABRA:
Mateo 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás' y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto».
El abrazo a Dios y al prójimo van unidos
Jesús nos ofrece el paisaje de nuestras relaciones humanas y nos invita a tener siempre un sentido fraternal de la historia, lejos por completo de enemistades, resentimientos e intolerancias. No podemos acercarnos al altar de Dios, ni recibir su Cuerpo y Sangre, a sabiendas de que estamos provocando sufrimientos a nuestro prójimo, o de que mantenemos la llama del odio en nuestro corazón. Jesús se hace presente en la aceptación, la acogida, el respeto y la fraternidad. Ese otro mundo o mundillo de divisiones, rivalidades y zancadillas no pertenece a una auténtica comunidad cristiana. Jesús, con sus palabras, nos lo dice alto y claro: antes de presentar tu ofrenda, reconcíliate, abre de par en par tus brazos para sentir a tu prójimo como hermano.
Señor, aleja de mi corazón todo sentimiento de rechazo a mis hermanos, toda ira contra ellos, toda envidia, todo daño. Ojalá pueda ver en cada rostro, tu rostro; en cada silueta, tu silueta. No podemos acercarnos a Ti, Señor, cuando acabamos de abandonar o de maldecir a ese prójimo nuestro que pide ayuda.