jueves, 16 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 15/03/2017


4° del salterio
2Crón 36,14-16.19-
23/Sal 136 /Ef
2,4-10 / Jn 3,14-21
Miércoles 15 Marzo




Luisa de Marillac; 
Raimundo de Fitero; 
Clemente María 
Hofbauer; Bto. 
Artémides Satti

PALABRA: 2Crónicas 36,14-16.19-23
En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros,  porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años». En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: "El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"».








Salmo 136

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.







Efesios 2,4-10
Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir
con Cristo —por pura gracia estáis salvados—, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

Juan 3,14-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».



Las más hermosas palabras
Los diálogos de Jesús con Nicodemo nos van descubriendo cómo es el corazón de Dios. Nos llegan sus hermosas palabras: «¡Tanto amó Dios al mundo...!». El amor es la clave. La serpiente representaba a los dioses curanderos y se colocaba como símbolo de salud y de vida. Ahora, el nuevo símbolo de la vida no es un rito mágico. Se nos ofrece el propio Jesús. Todos los que claven en él su mirada y descubran el amor de su corazón quedarán curados. El amor establece las reglas de juego ,Dios nos quiere con locura, hasta el punto de enviarnos a su propio Hijo para nuestra salvación. Su palabra es vida. Su vida, alegría y plenitud. Y este será siempre el gran secreto del verdadero cristianismo.



                        


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