Sábado 29 Abril
Oficio de la f 1Jn 1,5-2,2/
Sal 102 /
Mt 11,25-30
Sta. Catalina de
Siena, f.
Hugo de Cluny;
Pedro de Verona;
Roberto de
Molesmes
Mateo 11,25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Los «sabios» y los «sencillos»
Jesús establece dos categorías de personas con relación a su reino: los «sabios» y los «sencillos». Los sabios son los que no se enteran de las cosas de Dios, mientras que los sencillos son los que saben de eso. Los «sabios» en Israel formaban la aristocracia religiosa, principalmente los «letrados», los estudiosos de la ley religiosa y sus interpretaciones más complicadas. Los «sencillos», que etimológicamente hace referencia a los «niños», a los «lactantes», o lo que sería lo mismo que «los incultos», «los ignorantes», los «simples», no pueden acudir a los centros de estudio y escuchan a Jesús con atención. Precisamente son más limpios, más libres, por sus carencias, y captan mucho mejor los mensajes de Jesús. La sencillez de corazón equivale a no «centrarnos en nosotros mismos», en «nuestro saber», en nuestro «egoísmo», sino que nos sitúa en un plano humilde de pobreza que acoge con mucha más gratitud aquello que se le ofrece. Se trata de «saber conectar con Dios» o «dejar que Dios conecte con nosotros».
La verdad nos hará libres. Contar la historia verazmente es asumirla como lección, como semilla de futuro. El evangelio siempre debe ser verdad y complicidad. Lo que tampoco contradice el consejo de Jesús: ser sencillos como las palomas y ser astutos como las serpientes. Danos, Señor, la sencillez de abrirnos a Ti, escucharte y confiar siempre en Ti.