Viernes 14 Abril
II de Pascua
2° del salterio
He 4,32-37/Sal 92
/ Jn 3,5a.7b-15
Bernardo deTirón;
Liduvina; Bta.
Josefina Calduch
Rovira
Juan 3,5a.7b-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contesto Jesús: «Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».
La sorpresa de Nicodemo
Nicodemo es un personaje importante, un buscador de Dios, un hombre cargado de interrogantes e inquietudes. Habla con Jesús y se apodera de él la sorpresa. Por eso, le plantea su pregunta personal: «¿Cómo puede suceder eso?», o lo que es lo mismo, «¿cómo nacer otra vez?», «¿cómo dar un cambio radical a la vida?». Jesús intenta responderle descubriéndole un mundo nuevo y distinguiendo entre lo que «pertenece a la tierra» y «lo que pertenece al cielo». Y el propio Jesús se dibuja como «el que tiene credibilidad porque ha bajado del cielo», vaciándose de su poder y renunciando a su grandeza. Ahí está la clave: encontrarnos con Jesús, abriéndole de par en par las puertas de nuestra vida. Será Él quien transforme nuestras vidas.
No te quejes tanto. Aquello que no te guste de ti y de tu vida, cámbialo, transfórmalo. Y lo que no puedas cambiar, acéptalo con amor, pidiéndoselo a Dios.
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