Cultivarse es crecer, la ira no hace nada por nadie, la paciencia es la madre del buen carácter, quienes la cultivan disfrutaran de larga vida
jueves, 13 de abril de 2017
CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 12/04/2017
2º del salterio
He 4,32-35 /Sal
117 /1.Jn 5,1-6 / Jn
20,79-31
Julio I; Constantino;
Sabas; Florentino;
Teresa de Jesús de
los Andes
Hechos 4,32-35
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentía lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llama ba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstole daban testimonio de la resurrección del Señor Jesú con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mu cho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los qu poseían tierras o casas las vendían, traían el diner y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego s distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Salmo 112
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
1Juan 5,1-6
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No solo con agua, sino con agua y con sangre, y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Juan 20,19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los davos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
«¡Señor mío y Dios mío!»
El apóstol Tomás nos representa a todos. Sobre todo, a esa multitud que quiere ver, tocar, comprobar, internarse en el mundo de lo sagrado, entendiéndolo y comprendiéndolo todo. Fue el precursor del positivismo. Pero Tomás nos ofrece tres mensajes luminosos: primero, debemos imitarle en el deseo de experimentar por sí mismo a Cristo resucitado, sin contentarse con el testimonio de los demás. Ya lo dijo Rahner: «El cristiano del futuro o será un "místico", es decir, una persona que ha experimentado algo, o no será cristiano»; segundo, su confesión de fe profunda y que emociona: «Señor mío y Dios mío», que sale de los labios de quien más ha dudado; tercero, su permanencia en el grupo, realizando ya lo que después nos diría Ignacio de Loyola: «En tiempos de desolación, no hacer mudanza». Cuando todo se nos oscurece debemos mantenernos fieles a lo que hacíamos cuando teníamos luz.
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