Viernes 21 Abril
III de Pascua
3° del salterio
He 7,51-8,1a/Sal
30 /In 6,30-35
S. Anselmo de
Canterbury, m.I.
Conrado de
Parzham; Anastasio
de Antioquía
En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo"». Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».
El pan de Dios
Jesús comienza a explicar a sus discípulos el significado de «ese pan de Dios que baja del cielo». No lo entienden bien. Hace alusión al maná, al alimento que ofreció el Señor cuando la huida de Egipto. El «pan de Dios» es el que da vida, pero no solo a unos pocos privilegiados sino a todo el mundo. Los judíos hablaban del «pan de Dios», refiriéndose a la Ley que Dios da a su pueblo en el desierto por medio de Moisés. En cambio, cuando Jesús habla del «pan del cielo» se está refiriendo a sí mismo. La religión de Jesús no consiste en la observancia de unas normas legales sino en el seguimiento de una Persona. Nos lo dijo Benedicto XVI, con claridad y encanto: «el cristianismo no es una ideología sino un encuentro que cambiará por completo nuestra vida». Y ese «pan de vida» podemos recibirlo cada día en la sagrada comunión.
Danos, Señor, tu pan, tu Cuerpo y tu Sangre, alimento de salvación. Nos sentiremos cristianos cuando nos encontremos contigo, escuchemos tu voz, te abramos la puerta de nuestro corazón y sigamos tus pasos, realizando tu proyecto sobre cada uno de nosotros.
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